El culto de los sentidos ha sido censurado con mucha justicia porque al ser humano su naturaleza le hace sentir un terror instintivo ante pasiones y sensaciones que le parecen más fuertes que él y que es consciente de compartir con formas inferiores del mundo orgánico.
-Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray
El aire acondicionado y la unidad de aire acondicionado; el primero lo provee la naturaleza, el segundo creado por las manos e ingenio humano. Una importante distinción para comprender el nivel de impacto que tienen las tecnologías sobre la vida y el consciente humano. El ingenio humano no sólo tiene la capacidad de crear artefactos para modificar su naturaleza, sino que también tiene la capacidad de reasignar simbólicamente todo su mundo. Su capacidad sólo es limitada por las leyes naturales –al menos las que conocemos hasta el momento–. Con la aclaración que no soy un lingüista, ni nada que se parezca, me quiero detener un momento a analizar las siguientes unidades simbólicas y sus manifestaciones concretas: (1) la unidad de aire acondicionado y (2) el aire acondicionado. La primera tiene dos conjuntos principales: «la unidad» y «de aire acondicionado», explicitando que existe una unidad o aparato que sirve para condicionar la temperatura del aire. Las implicaciones indirectas son que existen unos elementos naturales que se encargan de condicionar el aire y que dicho aparato logra controlar dichas condiciones mecánicamente. La segunda entonces, se refiere únicamente al elemento -aire- y a aquellas condiciones naturales que permiten modificar su temperatura. Lo que quiero explicitar tal vez sea obvio pero tengo mi propósito; existen unas condiciones naturales –no mediadas por aparatos– que condicionan la temperatura del aire. La unidad de aire acondicionado fue creada, mientras que el aire acondicionado es una condición preexistente. ¿Cómo podemos entonces interpretar el hecho de que en la cotidianidad de la vida entendemos que la única manera de obtener el aire acondicionado es teniendo la unidad? Llegamos a nuestras casas y encendemos la unidad de aire –para aquellos que la puedan costear–, nos montamos en el carro y encendemos el «aire acondicionado» de inmediato. El otro día iba guiando y bajé las ventanas de mi auto y el aire afuera era fresco, frío y rico. Nada artificial, todo real; no necesitaba la unidad de aire acondicionado. Fue ahí que comencé a cuestionar todo este asunto que estás leyendo hoy. En la cotidianidad echamos a un lado que el aire –en su condición preexistente– produce ciertas condiciones que modifican su temperatura: hora del día, temporada, condiciones atmosféricas etc. Nos posicionamos como dioses en nuestro propio mundo cuando decimos sólo aire acondicionado al referirnos a la unidad de aire acondicionado. Pasamos por alto completamente los proceso preexistentes e inferimos dominio y control. Ése, entiendo yo, que es uno de los efectos de las herramientas, las tecnologías que ayudan a modificar nuestro entorno. Es cierto que podemos comenzar a hablar de calentamiento global como una de las condiciones humanas no existentes que condicionan la temperatura del aire. Eso es cierto y esta reflexión puede ser un pie forzado para discutir dicho asunto, pero la intención de esta reflexión es problematizar el hecho que a nivel psicológico eliminemos la palabra «unidad» al hablar del aparato que condiciona el aire y digamos sólo «aire acondicionado». La naturaleza condiciona el aire y debemos entrar en un contacto más personal con esa realidad. No sólo la unidad de aire acondicionado, pero las tecnologías pueden alejarnos de la naturaleza y su realidad y más aun nos pueden seducir a olvidar por completo su inherencia e impacto en nuestra calidad de vida. Es vital utilizarlas conscientemente y problematizar su uso en nuestra vida.